domingo, 6 de noviembre de 2011

Corazón de niño


Como tantas veces había hecho de niño, al llegar se sentó en el último banco. Sus ojos rastrearon la nave de la iglesia: apenas diez personas demasiado ocupadas en sus rezos como para mirarle. Se acercó con calma al retablo y fue encendiendo una a una las velitas a los pies del santo; sin echar ni un céntimo.

Sonriendo, volvió a su sitio; quería quedarse a disfrutar de su travesura. Ya no tenía que salir a toda prisa; y tampoco temía ya que alguien le tirase de las orejas. A sus casi ochenta años, la edad le había concedido por fin el camuflaje perfecto.

4 comentarios:

  1. Me encnta el micro, Carmen.
    Me imagino a ese viejecito, en el último banco, con una sonrisa chispeante en sus ojos, disfrutando de su travesura.

    Enhorabuena.
    Un saludo.

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  2. Tiene el toque tierno del que hablámos el otro día... tú toque

    Besicos


    Rosana

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