Sólo tres personas bajo aquel neón que anunciaba con luz mortecina: Clamores. Un tío desgarbado y aburrido me dejó pasar no sin antes mirarme de arriba a abajo. Instintivamente me abotoné la chaqueta mientras bajaba por aquella escalera desgastada que parecía quejarse de mis tacones en cada peldaño.
En la sala, repartidos en grupos se oían los ecos apagados de las conversaciones de los que habían llegado antes. Eran pocos, creo que conté unos veinte y parecían conocerse. Supuse que formarían parte de las clases presenciales, de las que yo, por ser alumna online, estaba tan ajena. Empecé a preguntarme si no habría sido un error apuntarme a aquella fiesta, pero las ocho horas de viaje en autobús me obligaron a quedarme: no has venido desde tan lejos para irte sin saber de qué va todo esto, -me dije mientras me acercaba a la barra para pedir una cerveza.
Los ojos del camarero, burlones y con un toque lascivo que me descolocó aún más , me informaron de que allí lo único que se servía era el “especial de la casa, nena”, que consistía en un cóctel rojizo y dulzón al que le di un par de tragos para abandonarlo con disimulo mientras buscaba una mesa libre.
Y al dirigir la mirada hacia el fondo, cerca de los servicios, reconocí un nombre, el de uno de mis compañeros del curso de relato breve. Soy Damián López, lo presentaba un cartelito que tenia delante, sobre la mesa que ocupaba. Me sentí aliviada. Por fin alguien con quién entablar conversación y que como yo, buscaba un nombre conocido. Levantó la vista cuando me oyó llamarlo.
Lo que ví en aquellos ojos me dejó helada. Había creído durante meses que el gusto de mi compañero por la literatura de terror era sólo un entretenimiento. Pero me equivocaba. Aquella mirada sanguinaria, fiel reflejo de su desvarío y la mueca con la que quiso adornarla me hicieron temblar. Dando un paso atrás, balbuceé que necesitaba ir al aseo y allí me refugié. Apoyada sobre la puerta, todo a mi alrededor comenzó a girar mientras respirar empezaba a hacérseme complicado. Mierda -me acordé de lo que acababa de beber- ¿qué coño era?
Tenía que salir de aquel lugar. Pasé por delante de Damián que ahora estaba inclinado sobre unos papeles, quizá ocupado en una nueva historia. Esa idea atroz espoleó mis pasos hacia la salida, luchando contra una torpeza cada vez más evidente.
Fue en aquel momento cuando se iluminó el escenario. Sobre él apareció Enrique, nuestro profesor.
De él sí tenía referente de su aspecto por la foto de la Escuela. La adoración se reflejaba en los rostros de todos aquellos que lo miraban, y es que envuelto en una túnica dorada , desprendía un halo de magia extraña, diabólica e hipnotizante. Me observó. Era como si supiese que yo estaba en aquel lugar desde el primer momento.
Obedeciendo a una orden nunca expresada con palabras, todos se giraron lentamente hacia mí, descubriéndome. No recuerdo nada más.
Me desperté en la habitación del hotel. Me dolía terriblemente la cabeza. Estaba sola. Mi ropa había sido ceremonialmente doblaba sobre la silla. Sentada sobre aquella cama, trataba de ordenar mis pensamientos. No sé cuanto tiempo tardé en recuperar el control sobre mi angustia. Pero sí sé que tenía algo muy claro: quería irme y volver a mi casa.
Y al comenzar a vestirme fue cuando, aterrorizada, descubrí el tatuaje. En la cara interna de mi tobillo, leí con toda claridad: 19-06-2010.
Alguien quiere que no olvide esa fecha. El porqué aún no lo sé.
Ostras Carmen, vaya relato de terror!!
ResponderEliminarNo sé si es ficción o real. El caso es que lo he leído casi atragantándome, guasp!!
Es que está muy bien escrito, niña, pordió!
Y si es real, me quedo de piedra, porque yo he asistido 2 veces a esa fiesta, y me parecía de lo más ligth y aburrida. Solo la cena posterior y las copas con los compas merecían un largo viaje.
Esta vez no lo hice y me llamaron al orden, pero ahora me parece que no lo voy a lamentar...
Gracias hermosa escritora de terror
¡Lo que me he podido reír!
ResponderEliminarE inquietar también ;)
Es incluso mordaz el texto.
Rosana
Hola Carmencita, reina, aún no me había pasado por las catacumbas de la Escuela... y creo que no me he perdido gran cosa.
ResponderEliminarUna pregunta... ¿sabe Enrique que aparece en nuestro blog? lo digo porque me he apuntado al Curso de Relato Norteamericano de agosto y lo da él... jejeee, me dejo sobornar con una cañita (soy facilona, sip)
Está muy bien escrito Carmen, y encima al principio yo pensaba que ibas a describir la fiesta, que ha sido algo habitual en otros grupos cuando algunos no hemos podido asistir... así que, en fin, he tardado un poco en decidir si era ficticio y eso dice mucho a tu favor (ejem, porque es ficticio ¿¿verdad??) Jaja, el año que viene buscaré una excusa hacia marzo...
Besos
Rocío
Ese Damián, con tan poderosa mirada, me está empezando a causar envidia. Siempre he deseado hacer algo así: Obtener acciones con el poder de una mirada. Evitar las palabras sería un gran alivio. ¡Creo que disfrutaste de una fiesta terrorífica! No lo olvides: Sábado, junio 19 de 2010, tal como quedó registrado en la puerta del baño.
ResponderEliminarGracias chicos!! los comentarios, como siempre, llenando de calor el corazón!!
ResponderEliminarBesos a todos y nos seguimos leyendo!!!