Escribías en un afán loco de liberarte, de desprenderte. Sin tregua, sin destino. Fuiste abandonándote, poco a poco, entre renglon y renglón, derramando lágrimas, letras y vida.
Ahora, yo, te busco entre las palabras que componen tu relato.
No estás.
Ya no queda nada.
Las lágrimas secaron pero quedan las letras Carmen. Y queda el recuerdo. Quedan las marcas de las cadenas.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, mi querido Peter Pan.
ResponderEliminarSí, está claro que todo queda, de alguna forma, y no se deshace ni desaparece. Y lo que es mejor, nos quedan las cicatrices, para recordarnos que somos supervivientes,e incluso héroes,-cada uno a nuestra manera y según las circunstancias- pero supervivientes al fin y al cabo.
Besiños,
Carmen.
Me gusta mucho este micro, encierra mucho en tan pocas palabras.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Isabel y bienvenida a nuestro jardín!
ResponderEliminarBesos,
Carmen